En realidad los parques de diversiones en el interior eran muy distintos a los que se encontraban en las grandes ciudades o en las capitales de las provincias ya que no contaban con juegos llamativos y la mayoría de ellos tenían una infraestructura muy precaria.
Estos se instalaban a las afueras de la ciudad o en algún sitio baldío polvoriento que el municipio destinaba para el asentamiento de circos o de otro tipo de atractivo ambulante.
Estos parques tenían los juegos más comunes como las sillas voladoras, un gusano loco, un tren fantasma que desarrollaba una velocidad mínima y lo más llamativo podía ser una calavera que aparecía en algún momento de su efímero recorrido.
Solo algunos parques presentaban como mayor atractivo la montaña rusa, a la cual subían los más osados ya que su precario montaje generaba más temor que el tren fantasma.
Como complemento, estos espacios de diversión poseían un quiosco y una serie de casuchas de lata adornadas por lucecitas de colores en donde se podía jugar a derribar con una pelota un muñeco o una botella, a las argollas y a embocar fichas o monedas en la boca del sapo.
A pesar de su precaria infraestructura los parques generaban un atractivo para la población de las pequeñas ciudades ya que esto significaba un paseo familiar distinto para el fin de semana.
martes, 25 de septiembre de 2007
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